El calor abrasante comienza a dejar poco a poco espacio para las lluvias que se encuentran “a la vuelta de la temporada”, y una pregunta que puede ocurrir cada vez que se avecinan es el qué hay que hacer con tu alberca y cómo podemos protegerla. No importa cuál sea la forma de uso, la hora o el modo, si se planea dejar la alberca para interacción constante es importante protegerla de las lluvias, el granizo, el viento y las adversidades atmosféricas, porque sabemos que entre los días de lluvia siempre puede aparecer un día soleado perfecto para zambullirse.
¿Cuáles son las consecuencias de la lluvia en tu alberca?
La lluvia de temporal, que se le une el viento y la basura que pueda arrastrar, ensucia y enturbia el agua de la piscina llenándola de hojas secas, piedras y tierra. En la superficie del agua crea una capa de polvo y suciedad que perjudica la calidad del agua, independiente a los materiales sólidos que puede deteriorar la superficie del fondo donde se acumula.
Otro motivo es que la lluvia favorece la proliferación de algas las cuales convierten el agua en un tono verde de película de terror. Cuando el agua de la lluvia entra en contacto con el agua de la alberca, el pH y el cloro de la misma se alteran ayudando a la proliferación de hongos y bacterias que atacarán los materiales.
Y sumado a eso, el agua de la lluvia suele tener una temperatura diferente a la de la piscina, por lo que produce un contraste entre la temperatura de una y otra, lo que altera los niveles normales de la alberca, incluso, si llueve demasiado como suele ocurrir en ciertas ciudades del país, es posible que el nivel del agua aumente, rebosando la estructura.